“La Divina Comedia” de Dante Alighieri, o
simplemente “La Comedia” como él la llamó, es una obra del género lírico
narrativo ejemplo clásico del estilo “Dolce Stil Novo” de la escuela literaria
y filosófica nacida en Florencia en la segunda mitad del siglo XIII.
El primer canto de La Divina Comedia actúa como una
introducción a la obra en la medida en que allí se anuncia el recorrido de
Dante a través de los tres reinos de ultratumba: Infierno, Purgatorio y
Paraíso. Queda además asentado el sentido de su viaje como único camino para la
salvación del alma, y se anticipa la presencia de Beatriz como guía que lo
conducirá por el paraíso así como el papel de Virgilio que lo guiará a través
de Infierno y Purgatorio. Además de esta función de puerta a una obra
monumental, el canto primero actúa como introducción al primer reino que Dante
debe recorrer; de ahí que el lector se vea inmerso en un ambiente de oscuridad
y temor, elementos esenciales al infierno.
Los elementos estructurales claves son: las
alegorías de la selva, la colina, las alegorías de las tres fieras; el
encuentro y diálogo con Virgilio.
El canto se inicia con una metáfora célebre: “A la
mitad del viaje de nuestra vida…”. Con ella el autor nos introduce en un
ambiente incierto en el que la realidad aparece desdibujada o trascendida por
la fuerza de los significados alegóricos. La anécdota concreta del individuo
perdido en la selva, deviene con toda naturalidad signo del hombre que va
trazando su destino. El yo de Dante personaje es a la vez un “nosotros” y la
selva, en cuya oscuridad se pierde, es transparente alusión al pecado, ausencia
de luz divina.
Se ha definido a la alegoría como encadenamiento de
símbolos o como materialización de ideas abstractas entendidas de forma
convencional. El papel del poeta consiste en envolver en bellas mentiras
sublimes verdades.
La Divina Comedia es ella entera una alegoría, un
largo sueño que comienza en el canto primero del infierno. En este sueño, el
poeta ve desfilar sus odios, sus amores, su tierra, sus creencias, su saber,
ante un testigo y juez supremo: su conciencia. Hay infinitas alegorías dentro
de La Divina Comedia, muchas de las cuales no podemos develar totalmente.
El canto primero del Infierno es el más claramente
informativo de la Divina Comedia: en él se expone el motivo del viaje y en él
se acumulan numerosas alegorías: la pantera, la loba, el león, el veltro, y
cada una de ellas es susceptible de diversas interpretaciones. El sentido
literal desaparece bajo este alud de símbolos.
Dante autor hace gala de sus conocimiento, por otro lado,
Dante personaje reconoce humildemente los errores de su espíritu y los pecados
de su cuerpo. La senda de perdición a la que se encaminó le será duramente
reprochada por Beatriz, pues sus infidelidades y su falta de elevación
espiritual están a punto de alejarlo definitivamente de Dios. De ahí el viaje
por el infierno, drástico recurso de la amada para volverlo al buen camino.
Hay, pues, en la Comedia, toda ella militante por
una concepción cristiana medieval de la vida, un doble combate: por un lado,
contra el viejo yo, contra el pecado conocido por dentro y revivido
afectivamente; por otro contra los vicios de la humanidad más ajenos al alma
del poeta y personificados en los más inmediatos adversarios de su ideal de paz
y de justicia.
Tres
adjetivos caracterizan a la selva: “salvaje y áspera y fuerte”. Con ellos Dante
configura a la vez un paisaje físico y un estado de desolación espiritual en el
que el hombre hundido en la oscuridad, es incapaz de encontrar una salida. Para
Dante personaje, es un problema vital; la angustia del pecado es anticipación
de la muerte en el alma. Este recurso de aliteración, reiteración de un sonido
con el objetivo de reafirmar un concepto, en este caso la reiteración del
fonema “S” plantea una imagen auditiva de siseo que nos remite a la serpiente,
símbolo del pecado.
La entrada
a la selva es el ingreso al mundo de la fantasía de Dante, pero además el autor
propone una reflexión acerca de la naturaleza de la tentación: el hombre se
abandona al pecado como quien penetra en el sueño, dejando adormecer su conciencia
por obra del demonio.
La visión
de la colina iluminada contrasta vivamente con la oscuridad que reina tanto en
la selva como en el ánimo del personaje. La luz, símbolo de la salvación, es en
el lenguaje poético de Dante el vestido que cubre la colina. Los recursos
estilísticos se acumulan en este terceto: alegoría, personificación y metáfora;
la colina representa alegóricamente el bien o la virtud, a la que sólo se
accede mediante el esfuerzo de escalar; la luz que la ilumina es Dios, fuente
de todo bien; el planeta, que “conduce rectamente por todos los caminos”, es el
sol.
Al lograr
salir de la selva, el narrador, a través de un símil, de una comparación
desarrollada, establece una relación entre la sensación de alivio del personaje
y la de un naufrago que habiendo logrado salvar su vida, mira inquieto el
peligro que acaba de dejar atrás.
Este mundo
de miedo, oscuridad y muerte anticipa eficazmente el clima del infierno donde
las imágenes aterradoras se suceden unas a otras, con breves pausas que apenas
permiten la distensión suficiente como para lograr un nuevo impacto. Así sucede
con la aparición de las tres fieras.
Durante la
Edad Media, alcanzaron gran popularidad los bestiarios, narraciones en prosa
acompañadas de ilustraciones en las que se atribuían características morales a
los diferentes animales según sus costumbres reales o supuestas. Dante recurre
a esta tradición de carácter didáctico para representar a los enemigos que el
hombre tiene en su ascenso hacia la virtud. La pantera, por la belleza de su
piel manchada y por la agilidad de sus movimientos es una alegoría de la
lujuria.
“Tiempo
era del comienzo de la mañana, el sol subía rodeado de aquellas estrellas que
estaban con él cuando el amor divino puso en movimiento aquella obra hermosa,
así de esperar el bien, tuve ocasión de aquella fiera de brillante piel, por la
hora del día y la dulce estación”
Lo súbito
de la aparición y el brusco cambio de clima sugieren un ambiente de irrealidad
que hace más transparente el significado alegórico. El personaje confía en la
fiera; su belleza la hace atractiva y no temible. De este modo representa Dante
el proceso de la tentación: el hombre se abandona a lo atractivo de las
apariencias, sin ver el peligro que esconden.
De las
tres bestias, la más hermosa es la pantera, de los tres pecados que ellas
simbolizan, es el único que ni atemoriza ni repugna. Por segunda vez hay en el
canto una alusión al sol, a la luz, símbolo de la salvación. Dante entrevé la
posibilidad de una transformación lograda por el amor, pues el amor humano es
un equilibrio entre eros y caritas, entre lo carnal y lo espiritual.
La figura
del león se impone visualmente. Una característica esencial del estilo de Dante
es la seguridad del trazado al presentar a sus personajes en una forma casi
estatuaria. En pocas palabras quedan fijados en imágenes de gran fuerza visual
y de gran valor simbólico. El león, con la cabeza erguida y un hambre rabiosa,
representa alegóricamente a la soberbia. Su gesto sugiere el orgullo del que se
sabe poderoso y goza al humillar a los demás. De ahí la observación de Dante:
“Hasta el aire parecía temerle”.
La
aparición de mayor fuerza dramática es la de la loba, que atemoriza de tal modo
a Dante que éste pierde la esperanza de alcanzar la cima.
En esa
estructura perfectamente simétrica que es la Divina Comedia, se hace evidente
la progresión del miedo ante cada aparición. También hay que destacar el valor
simbólico del número en la triple aparición de las fieras. La tradición
cristiana solía valorizar el número tres como representativo de la Trinidad
divina, y en la obra de Dante adquiere un valor clave.
Estos tres
pecados están sin duda entre los móviles más profundos del individuo y de la
sociedad. La lujuria se vincula no sólo a las pasiones carnales sino a todos
los placeres que pueda apetecer la sensualidad humana, es decir que representa
en la estructura del infierno dantesco a los pecados de incontinencia. La
soberbia implica el avasallamiento y la humillación del otro: la tiranía y la
violencia pertenecen entonces al segundo gran núcleo de pecados infernales; los
de loca bestialidad. La avaricia o la codicia presentados por Dante como los de
mayor peligrosidad, se vinculan con todas las formas del engaño en la medida en
que la insaciabilidad propia de la loba no se detiene ante ningún delito:
violencia, fraude o traición. Esta estructura del infierno basada en tres tipos
de pecados: incontinencia, loca bestialidad y malicia está expresada por Dante
en el canto XI del infierno.
Algunos
críticos han atribuido a las tres fieras un significado político. La pantera
representaría a Florencia, el león a Francia, cuyo rey aspiraba al poder sobre
la ciudad y la loba es el papado, que pretende unificar a Italia entera bajo su
autoridad.
Toda la
alegoría de la selva está marcada por diferentes gradaciones, ordenamiento
jerárquico de los elementos de un discurso. Es gradualmente ascendente el miedo
del personaje y el carácter bestial de las fieras, mientras que es gradualmente
descendente la esperanza del personaje y la armonía del paisaje.
Es en este
momento de pérdida de la esperanza que aparece la sombra de Virgilio, de ahí el
aferrarse del personaje esta figura misteriosa.
“apiádate de mi – le grité – quien quiera que seas:
sombra u hombre verdadero”
Las palabras del Virgilio lo ubican progresivamente:
primero en su doble condición de espíritu y ser humano, luego en su patria, su
época y su profesión.
Son numerosas las razones por las cuales Virgilio
fue elegido por Dante como su guía. Las de índole estética quedan explicitadas
en las palabras de admiración con que lo saluda Dante personaje. Nada dice en
cambio de las razones morales o políticas que se harán evidentes a lo largo de
la obra. La Edad Media vio en Virgilio a un profeta, a un sabio, a un maestro.
A éstas se suman razones políticas: Virgilio es un
poeta de los comienzos del imperio romano, es la gran pluma del imperio, y Roma
representa para la Edad Media el centro de poder religioso, así como había sido
para el mundo pagano centro jurídico y político.
Por todo esto Virgilio representa la razón humana,
que basta para apartar al hombre del pecado y conducirlo a los umbrales del
paraíso.
“Dante representa en cierto modo la conciencia del
medioevo iluminada por la sabiduría de la antigüedad, y es el más solemne
testimonio de la continuidad que liga la cultura latina con la cultura
medieval... Dante gusta y alaba la poesía de Virgilio con su sentido del arte
que preludia al clasicismo de la época humanística” (Momigliano). Con estas
palabras se pone de relieve uno de los valores fundamentales de la obra de
Dante: siendo La Divina Comedia el máximo monumento de la literatura medieval,
por su concepción filosófica y religiosa, por su tema, su estructura y su
propósito didáctico, anticipa a la vez al Renacimiento por la belleza y el
cuidado de su estilo, por la diversidad de fuentes en las que se inspira y por su
admiración declarada por la antigüedad clásica.
En los versos siguientes Dante se centra en torno al
tema de la loba. Reaparece allí el leit-motiv del Canto I: el miedo. La fiera
adquiere aquí su mayor fuerza como figura real y alegórica. Su potencia destructiva
es tan incontrolable como su hambre. El miedo ya no es sólo temor físico de ser
devorado por la bestia, sino el de ver a la humanidad entera destrozada por el
poder de la codicia. Todos los hombres formarían una especie de corte de
animales que corren tras la loba aspirando a aparearse con ella.
Dante se reconoce derrotado, sea porque se siente
más inclinado a la codicia que a ningún otro vicio, sea porque considera que
ésta es el mal que más amenaza a la humanidad.
A esta imagen aterradora le sigue la profecía del
Veltro (lebrel o perro de caza). Sólo aquel que se alimente del espíritu podrá
ser inmune al poder de la codicia. Cuando todos los caminos terrenales están
cerrados, sólo queda la esperanza de la salvación espiritual. Estos versos
tienen una clara correspondencia con la situación vital de Dante en el momento
de escribir La Divina Comedia. Exiliado, traicionado, desengañado de toda
esperanza política. El lebrel habrá de perseguir y cazar a la loba hasta lograr
encerrarla en el infierno.
Virgilio describe el trayecto a recorrer y explica
su propósito. Los tres reinos son caracterizados por medio de perífrasis: el
infierno es el lugar “de las desesperadas lamentaciones”, el purgatorio el “de
los que están contentos aún en medio del fuego”, y el paraíso “la alta región
de los bienaventurados”. Se contraponen infierno y purgatorio como sedes de la
desesperación y la esperanza respectivamente. También anuncia que él será su
guía y luego aludiendo a Beatriz dice: “un alma más alta que la mía te
conducirá a la región de los bienaventurados”. Virgilio designa a Dios como “el
emperador que reina allá arriba” con lo que pone de manifiesto su concepción
del mundo como un imperio regido por un Dios único del que los reyes dependen.
Su reinado se ejerce directamente sólo en el cielo, donde está la sede de su
trono y su ciudad. En la tierra los reyes son quienes lo representan.
Queda así delineada la finalidad espiritual del
viaje y trazado el camino a recorrer. No pudiendo superar por sus propias
fuerzas los pecados ni apartarse del vicio, Dante deberá descender a los
infiernos acompañado de Virgilio, lo que alegóricamente es interpretado como
una forma de meditar acerca de las consecuencias del pecado y arrepentirse de
los cometidos guiados por la razón.
Las palabras finales del canto que muestran a Dante
siguiendo los pasos de Virgilio, poseen también un valor simbólico: Dante es su
discípulo no sólo en la poesía sino en la vida.
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